Seguramente los de Podemos en su inmediato horizonte pensarán que es un grito franquista, que utilizaron los fachas en la Guerra Civil española.
¡FALSO!
El grito salió de la garganta embravecida de Hernán Cortés y sus lugartenientes: Pedro de Alvarado, Alonso
de Ávila, Cristóbal de Olid, Rodrigo de Sandoval y Juan de Salamanca.
LA DESPROPORCIÓN ERA EVIDENTE:
El sábado 7 de julio de 1520, la huida ya no era una opción...
Un gran contingente de guerreros mexicas y sus aliados de Tlalnepantla, Cuautitlán,Tenayuca, Otumba y Cuautlalpan alcanzaron a los españoles en los llanos de Temalcatitlan. La cifra de aztecas allí congregados se calcula que era de unos 200.000 guerreros, frente a unos 400 españoles y 3.000 indígenas aliados. Fray Bernardino de Sahagún asegura en sus textos que los españoles entre tanto escuadrón indígena eran como una islita en el mar.
ANTECEDENTES. LA NOCHE SE TIÑO DE SANGRE ESPAÑOLA:
Tras
ser recibido Cortés de forma pacífica por Moctezuma II, el máximo líder
azteca, el largo y tenso periodo que los españoles pasaron en
Tenochtitlán,
sin que pareciera que tuvieran intención de marcharse (mientras censuraban los sacrificios humanos a los dioses y el canibalismo), terminó
con el levantamiento del pueblo azteca contra los conquistadores, justo cuando Hernán
Cortés regresaba de enfrentarse a una expedición arrojada por el
gobernador Velázquez para obligarle a volver a Cuba. La noche se tiñó de
sangre cuando los aztecas se abalanzaron sobre el convoy de carros de los españoles y sus aliados tlaxcaltecas, mientras intentaban su
huida de la ciudad a través de los canales.
600 españoles y cerca de 900 tlaxcaltecas fallecieron durante la huida o bien fueron apresados para satisfacer la interminable sed de sacrificios humanos de los aztecas. La mayor parte de los caballos murieron –solo veinte caballos quedaron con vida– todos los cañones se perdieron y los arcabuces quedaron arruinados con la pólvora mojada. Frente a la tragedia, el cronista Bernal Díaz afirma que a Cortés «se le soltaron las lágrimas de los ojos al ver como venían».
No obstante,
la fortuna fue propicia para los españoles, puesto que los aztecas se
entretuvieron festejando la victoria y conduciendo a los prisioneros
hacia los altares con parsimoniosa ceremonia, ofreciendo sus corazones a
los dioses y devorando sus cuerpos.
LOS EJERCITOS:
En la primera línea enemigas se situaron las cofradías militares del Jaguar y del Águila, fácilmente identificables por sus trajes a imitación de estos depredadores, y la nobleza azteca encabezada por Matlatzincatzin, el cihuacóatl (jefe militar).
Por su parte Hernán Cortés según el cronista Bernal Díaz, contaba con los escasos cuatrocientos españoles que formaron en una disposición típica en ese momento en Europa: los piqueros se colocaron tras los rodeleros, mientras los ballesteros formaban en los flancos dispuestos a cubrir a sus compañeros junto a los pocos afortunados que portaban arcabuces.
LA BATALLA
Finalmente,
fueron los jinetes castellanos encabezados por el propio Cortés los
primeros en arremeter contra la marea, sorprendiendo a los aztecas. La fuerza de la galopada les introdujo en mitad del ejército enemigo antes de retroceder ordenadamente. El extremeño y su caballería repitió este movimiento, carga y huida, una y otra vez... María de
Estrada, una de las pocas mujeres españolas que participó en la
conquista de México, peleó junto a la infantería con una lanza en la
mano «como si fuese uno de los hombres más valerosos del mundo». Este es un dato que no conocen las feministas.
INCERTIDUMBRE:
Pese a las exitosas incursiones de la caballería, la desproporción de fuerzas causó que la infantería formada por españoles y tlaxcaltecas comenzara a retroceder lentamente.
De hecho, el flanco protegido por los tlaxcaltecas estaba a punto de
derrumbarse completamente cuando Hernán Cortés dispuso un plan para
salir con vida de aquella encrucijada. Conocedor del
importante papel que estaba jugando Matlatzincatzin en aquella batalla,
quien, bajo un enorme estandarte negro con una cruz blanca sobre fondo
rojo, era fácilmente distinguible desde la posición española...
Malinche: la desafiante vida de una mujer indígena, que fue la lengua de Cortes y amante, es la figura clave en la conquista. A ella le correspondía ser heredera de los dominios de su padre. Pero por ser mujer -siendo princesa- fue vendida como esclava a unos indios Xicalango. Diciendo que se había muerto. Como han comprobado varios expertos el revisar los documentos históricos, logró el entendimiento entre culturas sin el cual la conquista pudo haber sido mucho más violenta entre dos grandes imperios.
UN GOLPE DECISIVO DE: VALOR, FE Y CORAJE.
Al grito de «SANTIAGO Y CIERRA ESPAÑA»,
Cortés se abrió pasó junto a cinco jinetes (Pedro de Alvarado, Alonso
de Ávila, Cristóbal de Olid, Rodrigo de Sandoval y Juan de Salamanca) en
dirección al jefe militar azteca.
Antes de que la infantería pudiera detener la carga, los jinetes de Cortés alcanzaron el estado mayor azteca y a Matlatzincatzin. El cihuacóatl vestía un traje de negro de pies a cabeza,
con enormes garras en sus pies y manos y un yelmo imitando el aspecto
de una serpiente. Pese a su aspecto tétrico, Cortés no tembló en
derribarlo y Juan de Salamanca en darle el golpe final antes de apoderarse de su estandarte. Cuando los guerreros de la Triple Alianza
vieron a los jinetes castellanos enarbolar el estandarte de su general,
dieron la batalla por perdida y comenzaron ellos entonces una
desesperada huida hacia Tenochtitlán.
Finalizada la contienda: Hernán Cortés escribió a Carlos I de España anunciando el desenlace de la batalla.
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