La Iglesia celebra cada 4 de agosto a San Juan Bautista María Vianney
(1786-1859), conocido como el Santo Cura de Ars, debido al nombre del
pueblo en Francia donde sirvió por muchos años: Ars-sur-Formans, ubicado
a 30 Km de la ciudad de Lyon.
San Juan María Vianney es el patrono de los sacerdotes, en especial de
los párrocos. Es considerado el paradigma del buen confesor. Poseía
dones extraordinarios como la profecía o la capacidad para conocer las
almas y penetrar sus intenciones. Fue un hombre muy humilde y de gran
discernimiento, modelo de pastor.
Su pasión por la salvación de las almas lo llevó a pasar frecuentemente
largas horas en el confesionario, con el propósito, como solía decir, de
“arrebatarle almas al demonio”.
-“Un sacerdote que con sencillez, ternura, fidelidad a los sacramentos, se conformó a la voluntad de Dios y así siguió el camino de la santidad”, de este modo el Cardenal Secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, hoy retrata la figura de San Juan María Vianney.
-Benedicto XVI, con ocasión del 150° aniversario de la muerte del santo
Cura de Ars, el Cardenal Parolin recuerda que su figura "nos enseña a
transmitir alegría y esperanza a través del testimonio de nuestra vida
personal y a ser constantes y perseverantes en nuestro ministerio". Un
ministerio alimentado por los sacramentos, la oración, la reconciliación
y también por la ternura que San Juan María Vianney tenía hacia los
heridos o los que habían pecado.
Su sencillez fue ejemplar, al punto que vivía desprendido de las cosas
materiales. Regaló hasta su propia cama, por lo que adquirió la
costumbre de dormir en el suelo de su habitación. Llevó una vida
ascética: practicaba habitualmente el ayuno y cuando no, le bastaban
unas papas y de vez en cuando un huevo hervido. Solía decir que “el
demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de piel, como a
la reducción de la comida, la bebida y el sueño".
-Como
el buen soldado no tiene miedo del combate, así el buen cristiano no
debe tener miedo de la tentación. Todos los soldados son buenos en el
campamento, pero es en el campo de batalla que se ve la diferencia entre
corajudos y cobardes.
-El
demonio deja bien tranquilo los malos Cristianos; nadie se preocupa con
ellos, mas contra aquellos que hacen el bien él suscita mil calumnias,
mil ofensas.
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